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  Realidad y ficción  Revista Lindaraja. Revista de estudios interdisciplinares  ISSN:  1698 - 2169  
 

 

Revista Lindaraja

 

Nº 1, junio de 2004

 

 

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Contar historias

Leer e interpretar textos narrativos

 

Mercedes Laguna, 1997

  

1. Contar la historia, organizar la realidad 

La narratividad. Creación de una trama y un desenlace:

            Los seres humanos disponemos de un medio privilegiado para organizar y comprender el tiempo que vivimos y el que hemos vivido[1]. Es la capacidad de narrar: configurar en forma de relato los acontecimientos, los sentimientos, las impresiones…, que han estado ligados a unas coordenadas espacio-temporales.

La narratividad es el arma con la que hacemos frente al tiempo: contamos, para que no se pierdan las historias vividas por nosotros, aquellas de las que hemos sido testigos, las que nos han contado, las que hemos investigado.

Sin embargo, para contar una historia (la nuestra o la de otras personas, o los acontecimientos de la Historia con mayúscula) nos situamos en una perspectiva concreta, organizamos los materiales, creando una trama y describiendo un desenlace[2]. “Los historiadores han asimilado -dice Juan Oleza- que ninguna historia es inocente, y que nadie posee el privilegio, o el poder, de reproducir lo que realmente ocurrió, por lo que en todo estudio histórico no cabe buscar sino una versión limitada, relativa y, en el mejor de los casos, posible de los hechos, asimilación que ha llevado a los historiadores a perder el pudor de introducirse en su propio relato, facilitando al lector la impresión de que la Historia no se escribe por sí misma” (Oleza, 1996: 85).

Tanto para escribir novelas (o cualquier texto narrativo de ficción), como para escribir una autobiografía, una biografía (o las demás modalidades de la escritura autorrepresentativa), como para escribir un texto histórico que pretenda ser fiel a la verdad, en todos los casos hay que narrar. Siempre estamos contando historias: organizando el tiempo vivido alrededor de una trama y preparando un final (abierto o cerrado).

Por eso, la Historia y la ficción, la autobiografía y la novela utilizan muchos procedimientos comunes, los propios de la narración: el juego con los diferentes puntos de vista, la alteración del orden temporal, la pluralidad de voces que busca un discurso polifónico, los diálogos, las descripciones de los espacios, la simbología… Además de los recursos retóricos propios de un lenguaje elaborado.

 

Narrar y leer para generar imágenes de lo real, para interpretar simbólicamente la vida

            La literatura tiene un modo peculiar de acercarse a la realidad: se sirve del papel que la imaginación tiene en el conocimiento humano. Pero este modo de conocimiento no está reservado a las obras de ficción, sino que es válido para todas las formas de escritura que se proponen dar cuenta de los hechos y su relación con el tiempo. Porque lo que pretende el que narra un acontecimiento, y sus implicaciones personales y sociales, no es reproducir el hecho, sino explicarlo, interpretarlo, elaborar un discurso simbólico que ayude a entender mejor lo pasado (narrado como pasado lejano o como presente).[3]

            Es aquí donde el papel del lector cobra gran importancia: el lector tiene que ser consciente del proceso narrativo, de creación simbólica, con el que el autor ha tratado los elementos de la realidad, y tiene que interpretar el texto en su proceso de lectura.

  

2. Leer e interpretar textos narrativos 

         Nos acercamos a las obras literarias como lectores y, por tanto, hemos de efectuar un proceso inverso al que tuvo lugar en el acto creativo: tenemos que re-leer nuestra experiencia estética y subir por ella hasta llegar a la “prefiguración” -profundización- que hizo el autor sobre la realidad; tendremos que avanzar por el camino de la interpretación del texto, ya que el escritor configuró de una forma determinada los materiales de la realidad para elaborar su obra.

            Para la tarea de la interpretación de los textos narrativos es necesario conocer los procedimientos y las técnicas que se utilizan en el proceso de elaboración del relato, ya que su análisis en el texto nos proporcionará las claves para comprender el “mensaje”[4] del autor.

Sólo así se podrá establecer un proceso de comunicación, recursivo, entre el autor real y el lector real, a través de la obra y de los distintos planos del proceso de creación: autor real - lector ideal[5]; autor implícito[6] - lector implícito; narrador -narratario.


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[1] Ver Ricoeur, 1987.

[2] Ver White, 1992.

[3] Ver Oleza, 1996 y White, 1992.

[4] El “mensaje” entendido como eje del significado de la obra.

[5] La imagen de lector que el autor se forma al escribir su obra.

[6] Que pertenece al ámbito del texto y no corresponde a la realidad del autor o del lector.

 

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© Mercedes Laguna González.

©LINDARAJA. Revista de estudios interdisciplinares. Número 1, junio de 2004.

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