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  Realidad y ficción  Revista Lindaraja. Revista de estudios interdisciplinares  ISSN:  1698 - 2169  
 

Revista Lindaraja

nº 27; marzo de 2010

 

  

Leerse a uno mismo: Me acuerdo, de Joe Brainard

                             Mario Jurado

          Resumen:

El presente artículo trata del libro Me acuerdo, obra realizada por el artista plástico y escritor Joe Brainard. Esta obra se presenta, en principio, como una autobiografía desordenada, pero ese “desorden” en el recuerdo, esa apertura memorística que el autor ejercita aquí (donde la memoria queda revelada como un campo abierto, experimento fluido donde el primer sorprendido es el experimentador) tiene correlaciones con la gran obra de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, sobre todo en algo fundamental: la proyección de la memoria del lector, el auto-reconocimiento del lector en el texto como efecto de los recursos retóricos empleados, hecho que en realidad viene a confirmar el carácter construido, experimental, de toda memoria. En este artículo se rastrean las influencias presentes en el libro de Brainard, y se analiza su modo de expresar la memoria realizando una comparación con la obra de Proust y la interpretación que de ésta realiza Deleuze.

Palabras claves:

Literatura norteamericana (siglo XX). Joe Brainard. Memoria. Joseph Cornell. Marcel Proust. Deleuze.

     

En la primavera del 2009 llegaba a la mesa de novedades de las librerías españolas la traducción de la obra del artista plástico Joe Brainard (1942-1994) Me acuerdo, un libro que no es biográfico, ni narrativo, pero que contiene, sublimados, ambos géneros. Brainard era amigo y colaborador de los poetas americanos de la Escuela de Nueva York, principalmente, de Frank O’Hara y John Ashbery. Con este último comparte, a pesar del empleo de medios muy distintos, un interés por captar el fluir del tiempo, explicar sus cambios, y los cambios que resultan de la interacción de ese interés y la memoria personal. Tanto Brainard, con hechos directamente tomados de su vida, como Ashbery, con hechos refractados en planes, recuerdos, recuerdos de planes, planificaciones de recuerdos, son investigadores asombrados de los cambios que, por el mero existir, constituimos. Gracias a la buena traducción de Julia Osuna Aguilar y a las cuidadas e informadas notas de su edición, que nos traen en la medida adecuada aspectos y detalles de la sociedad americana en que Brainard creció, podemos ser testigos de la aceptación de su vida y de su tiempo personal por medio de la escritura, aceptación que es la gran protagonista de su libro.

  Me acuerdo está construido mediante la aplicación de una feliz formula: escribir una serie de recuerdos, todos ellos introducidos por la oración principal “me acuerdo”. Con este simple bastidor, se teje el libro, un libro sin principio ni final, donde, junto con el autor, espiamos sus recuerdos, algunos compartidos por su generación, los estadounidenses nacidos en los primeros años cuarenta (“Me acuerdo de la dulzura de Marilyn Moroe en Vidas rebeldes[1]), otros personales (“Me acuerdo de evitar mirar a los lisiados”[2]), incluso francamente sexuales (“Me acuerdo de mis primeras erecciones. Creía que tenía una enfermedad o algo parecido”[3]). El efecto que dan estos recuerdos, presentados muchas veces formando tiradas sobre el mismo tema, es el de ir cerrando el espacio entre lo general/generacional y lo personal, e incluso entre lo que claramente pertenece al tiempo histórico al que se refiere el autor, y el del lector. Porque hay recuerdos que también comparte el lector, que reconoce en ellos el proceso de formación que supuso su propia infancia y adolescencia, y la conciencia ocasional de que ese proceso no se ha terminado al llegar a adulto:

Me acuerdo de decir “gracias” en ocasiones que no lo requieren. (…)

Me acuerdo de decir “gracias” en respuesta a “gracias” y que la otra persona se quede sin saber qué decir.[4]

 

De este modo, el continuo tejer de estos recuerdos, nos da un retrato oblicuo, tangencial, tanto del autor como de su tiempo; los recuerdos van adoptando sobre ese simple bastidor una disposición centrípeta, apuntando al propio Brainard, que ejecuta así un autorretrato involuntario. Pero en el que –y ahí radica la sorpresa de éste, y su interés– también se reconoce el lector. No porque los recuerdos coincidan –muchos sí lo hacen– sino porque vemos que el bastidor, el procedimiento que emplea Brainard, también nos podría definir a nosotros. Nos reconocemos en el acto de recordar tal como lo formula Brainard.

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[1] Joe Brainard, Me acuerdo. Sexto Piso, Madrid, 2009. Pág. 30

[2] Joe Brainard, cit. Pág. 35

[3] Joe Brainard, cit. Pág. 9

[4] Joe Brainard, cit. Pág. 34

               

© Mario Jurado Bonilla.

Traductor y Profesor de Inglés de enseñanza secundaria (IES Isabel Martínez Buendía . Pedro Muñoz, Ciudad Real).

Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Granada. Doctorando por la Universidad de Córdoba.

© Revista Lindaraja, nº 27, marzo de 2010

   
 

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